viernes, 25 de agosto de 2017

El Yoga y la dimensión moral


 Los adeptos al yoga saben que la práctica de a̅sana pra̅na̅ya̅ma (posturas y control de la respiración) equilibra el cuerpo y la mente a través de la disciplina física y mental. Sin embargo, es menos conocido, entre el público general, que la práctica de yoga cultive la virtud y genere una disposición moral justa. Para el neófito, lo increíble del asunto radica en entender como una disciplina física y sin connotaciones doctrinales puede mejorar la vida moral. Incluso cómo es posible que el yoga sea ventana para traernos nuevas comprensiones de la religión, la filosofía o  la espiritualidad.
Sería razonable preguntarse inicialmente cuál es la relación entre el cuerpo y la mente y cómo se afectan entre sí. Y cuál es la relación entre el equilibrio físico-mental y la moral. Sabemos por la práctica de yoga o incluso por la práctica de cualquier ejercicio físico el bienestar que se genera en el cuerpo y la mente, y cómo  repercute de forma visible en la predisposición armoniosa para pensar y actuar. Si existe una mejora en la actitud que deriva de una mayor coordinación del cuerpo y la mente, no será muy desviado inferir como puede mejorar la toma de decisiones sobre las acciones son justas o injustas. Sobre la moralidad.
En la práctica más superficial del yoga usamos el cuerpo físico  como soporte tangible donde adiestrar y disciplinar los órganos de acción y percepción así como  para afianzar la concentración de la mente. Y la base para este anclaje mental reside en una técnica muy rigurosa. Y reitero el énfasis en las palabras “técnica rigurosa” porque muchas personas creen que el yoga son movimientos sencillos de relajación y estiramientos pasivos. Muchas personas creen que el yoga es practicado la tercera edad ó incluso es popular que se relacione con una especie de gimnasia ligera. Nada más lejos de lo realidad. La técnica del yoga, especialmente del yoga Iyengar, es más extensa y detallada que, por ejemplo, el ballet clásico ó la esgrima. Y obviamente el yoga no busca el “performance” o ganar una medalla. El rigor está en la disciplina mental y en el metido para cultivar la consciencia. 
La disciplina de yoga nos conduce hacia una progresiva atención y concentración de la mente, desde lo concreto hasta lo sutil. El esfuerzo continuado en mantener la concentración y percepción de los puntos de atención involucra vivir en el momento presente observando los movimientos de la mente. Esta objetivación de la mente se traduce en mayor objetividad. La práctica de las posturas de yoga supone lidiar con temores, ansiedades y todo tipo de de situaciones psicológicas donde la fuerza de voluntad junto con la inteligencia han de vencer y conquistar la indisciplina de los sentidos y de la mente “mal criada”.
El esfuerzo, la disciplina y la austeridad traen objetividad. Suponen moderación. Y la objetividad y la moderación trae ecuanimidad. La ecuanimidad es la base para afrontar las decisiones desde la realidad y no desde proyecciones cargadas de subjetividad personal. Si hay subjetividad no tratamos con las situaciones y  personas de una manera objetiva y realista. Queremos realidad y realidad implica objetividad. Y para minimizar la subjetividad es necesario ser realista.  Objetividad y realidad van de la mano. Para ser objetivo es necesario usar el discernimiento y el discernimiento es una capacidad de la inteligencia y la razón. La razón es lo que diferencia al ser humano de un animal.
¿Y Qué tiene que ver la objetividad y la racionalidad con la moralidad? La objetividad es necesaria para actuar en base a lo apropiado en cada situación.  Lo apropiado en cada situación es lo correcto. Y lo correcto depende de lo que se espera que hagamos según nuestros deberes. Si nos dejamos llevar por nuestras fantasías o conveniencias haciendo caso omiso a nuestros deberes, no hay entonces una actuación moral, una actuación justa. Y sin acción justa no hay moral. Y si no hay moral, se pierde la dignidad y el hombre ser convierte en una bestia.
La concentración y meditación que implica la disciplina del yoga tiene un impacto de purificación tal en la psique de la persona que la acción moral brota preñada de pureza e integridad. Y esta actuación mediante el refinamiento de la concentración y transformación de la mente es lo que es distintivo del yoga, al menos,  de la parte experiencial del yoga.  A diferencia de otras vías como la filosofía o la religión, en yoga no sería necesario abrir ni un solo libro, ni escuchar un sermón,  ni llevar a cabo ritos ó tener fe en un Dios personal.
Por eso, los que tienen dificultad para superar las barreras de la fe religiosa o no se sienten atraídos por la contemplación filosófica, encuentran en el yoga una vía que les aporta sentido a sus vidas tanto en la parte de bienestar mental como en el aspecto moral. Esto es lo sorprendente del caso: que funciona de igual manera para un ateo, un agnóstico o un religioso convencido.

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